
Es la quinta vez en el año que el Volcán de fuego de Guatemala entra en erupción, amenazando a más de 4.000 personas de las comunidades adyacentes.
La fuerza del volcán, de 3.763 metros de altura, ubicado 35 km al suroeste de la Ciudad de Guatemala, llevó a las autoridades del municipio de Escuintla a declarar la alerta roja.
La intensa erupción levanta columnas de ceniza que superan los mil metros sobre el cono volcánico y provoca lluvia de partículas volcánicas que podría afectar no solo las poblaciones cercanas sino también la ciudad de Guatemala.
Se calcula que más de 76.000 personas se han visto afectadas por la erupción de este volcán, cuya columna de ceniza ha llegado a superar los 5.500 metros de altura.
Este año el movimiento del Volcán de fuego ha sido alarmante, el 31 de enero hubo una primera explosión y el 1ro de febrero, se reportaron nuevos preocupantes episodios.
El volcán de Fuego se mantuvo activo con episodios de actividad explosiva pero su verdadera acción tuvo lugar unos meses más adelante.
El 3 de junio, se produjo una erupción explosiva que arrasó con la comunidad de San Miguel Los Lotes, cobrando la vida de 194 personas y 234 desaparecidos.
El volcán produjo una mezcla mortal de cenizas, fragmentos de roca y gases calientes que se precipitó por los lados del volcán, causando estragos en el terreno.
Este lunes 19 de noviembre, los habitantes de las zonas volcánicas de Guatemala recordaron ese terrible episodio.
Alrededor de las 9 de la mañana, la CONRED informó sobre la evacuación de casi 4.000 personas.
La intensa erupción levantó columnas de ceniza que superaron los mil metros sobre el cono volcánico, el volcán expulsó columnas de lava de unos 500 metros sobre el cráter y provocó el descenso de flujos piroclásticos, ceniza, rocas ardientes y gases.
Escuintla es la ciudad más afectada, donde la cancha del estadio de fútbol sirve como refugio y han sido habilitadas tiendas de campaña para las familias.
El obispo de Escuintla, Víctor Hugo Palma, en una conversación con EL PAÍS declara que, hacen falta constantes campañas de educación sobre los riesgos volcánicos, para que se tome conciencia de lo que representa vivir en esa realidad.
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Estoy de acuerdo con el obispo de la importancia que tiene la educación en estos escenarios, siendo fundamental para actuar desde la prevención.